domingo, 2 de septiembre de 2012

Ignacio Padilla: “No creo que la prosa de este siglo vaya a ser más breve”

Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968) publica ahora Cervantes en los infiernos, título que continúa la trilogía cervantina iniciada en 2005 con El diablo y Cervantes y concluirá en los próximos años con Los demonios de Cervantes, y que sorprende sobre todo por su prosa impecable. Con esta obra obtuvo el Premio Manuel Alvar 2011 de Estudios Humanísticos otorgado por la Fundación José Manuel Lara. El escritor mejicano es tajante respecto al futuro de la novela: “No creo que la prosa de este siglo vaya a ser más breve. Asistimos al fenómeno de la novela de aires decimonónicos como género supremo del siglo XXI”.

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FOTO: ABC SEVILLA

Diplomático, editor y traductor, maestro en Letras Inglesas por la Universidad de Edimburgo y doctor en Filología Hispánica, Padilla se muestra partidario de volver al ensayo escrito en primera persona, defiende la literatura difícil y se considera un cuentista que a veces escribe ensayos y novelas.

Fundador, junto a Volpi y Urroz, de la llamada Generación del Crack, entre sus ensayos destacan La vida íntima de los encendedores y La isla de las tribus perdidas. Actualmente es profesor en la Universidad Iberoamericana y miembro correspondiente de la Academia de la Lengua.

Cervantes en los infiernos es un ensayo que muestra el romance tormentoso entre literatura e infierno y que le sirve para adentrarse en el pensamiento de Cervantes. Este es el segundo volumen de una trilogía que inició con El diablo y Cervantes. ¿Cómo surgió el proyecto?

—Éste hará quince años que llegué a Salamanca. Acababa de redescubrir la obra de Miguel de Cervantes, y no pude menos que elegirla como tema de mi investigación doctoral. Por otra parte, llevaba conmigo la obsesión ciertamente antigua del tema infernal, y pretendía escribir un día una novela al respecto. De modo que trabajé durante años en la confluencia de lo infernal y lo diabólico con la amplia obra cervantina.

El resultado fue un documento que, más que una tesis, era una profusa base de datos de la cual supe que podría alimentarme para escribir ensayos literarios donde se expresara primero mi pasión lectora. De ahí surgió la trilogía, que inicié en 2005 con El diablo y Cervantes (Fondo de Cultura Económica), y que continúo con Cervantes en los infiernos. En unos años, deo volente.

—El tercer volumen, que será una especie de cajón de sastre donde tratará cuestiones varias, se titulará Los demonios de Cervantes.

—En efecto. Así como en el primer volumen me acerco a la obra de Cervantes con el pretexto de la diabología y la figura de Satanás, y en la segunda entrega hago lo propio desde la infernología, en este tercer volumen me acerco a otros aspectos de la obra cervantina desde una perspectiva sobre todo psicológica, tratando de ecualizar las obsesiones diversas de autores y personajes con la idea de los demonios que a todos nos asedian.

—Cervantes está confundido y refleja en su escritura la confusión de su tiempo. ¿Tal vez por esta razón, como usted dice, el cielo brilla casi por su ausencia en su obra?

—Siempre he defendido la genialidad de Cervantes como la de un hombre tan confundido como su tiempo. El Cielo es demasiado inasible y demasiado lejano a nuestra realidad como para imponerse al infierno, ese sí, duro y humano.

—En general, la literatura ha sido más prolífica recreando el averno que el paraíso. ¿Por qué el dolor, la condena, los hechos más terribles inspiran y generan más belleza que los jardines idílicos del Edén? ¿Tal vez porque estos son inalcanzables o porque quizás, frente a la cruda y cruel realidad, se muestran falsos?

—Creo que nuestra idea del infierno es una proyección de nuestra idea del universo y de la vida. Pero, sobre todo, encarna nuestros temores, nuestras abominaciones, nuestra desesperanza. Más que inalcanzable, el infierno o la idea del infierno en casi todos los sistemas mitológicos y religiones es cercano, familiar, real, tan accesible que nos ha llevado a concluir que el infierno está acá, son los otros, el mundo, uno mismo.

—“En materia de literatura en español, todos los caminos llevan a Cervantes a través de Borges”. ¿Solo de Borges?

—Desde luego que no solo a través de Borges. Creo, sin embargo, que el argentino fue uno de los escritores más lúcidos y más críticos del alcalaíno. Durante siglos, Cervantes no pudo ser apreciado a cabalidad por sus lectores hispanohablantes, acaso porque el Quijote es sobre todo una novela de la decadencia, una decadencia demasiado dolorosa para ser apreciada por una cultura que se negaba a reconocer su debacle y a reírse de ella. De ahí que los mejores lectores inmediatos de Cervantes fueran franceses, ingleses y alemanes. España pudo leerlo después de la Guerra de Cuba, pero ya para entonces estaba sembrada la semilla para que la lectura más lúcida de Cervantes en habla hispana surgiese en el Río de la Plata, con Borges, entre otros.

—Dice usted: “Los Cervantes del siglo XXI serán cuentistas, blogueros o twitteros”. ¿Quiere decir que la prosa de este siglo será más intensa, figurativa, clara y breve?

—No, no creo que la prosa de este siglo vaya a ser más breve ni necesariamente más intensa. Creo que estamos asistiendo al extraño fenómeno de la novela de aires decimonónicos como género supremo del siglo XXI. Eso no obsta para que los autores más audaces –los que no serán tan profusamente leídos- puedan hallar en los soportes cibernéticos una alternativa importante para expresar el pensamiento o la ficción breve.

—El siglo que vivió Cervantes era muy ambiguo y similar a la época que vivimos hoy. Dice usted: “Don Quijote surge en un mundo en el que ya nada es cierto”. ¿Igual que ahora?

—Sí identifico importantes vínculos entre el siglo de Cervantes y el nuestro. La decepción, el fracaso de las utopías, la crisis del pensamiento, la fragmentación de la realidad que otrora fue expuesta como única e inamovible, todo confluye para que la ultramodernidad tenga importantes semejanzas con la España de los Austrias.

—“Hay tantos infiernos como miedos tenemos”. ¿No son demasiados?

—Nunca son demasiados nuestros temores ni nuestra pulsión para darles rostro en el arte.

—Se reconoce un lector tardío de El Quijote, pero se ve que desde entonces lo desbroza hasta sacarle brillo.

—Gracias. No sé si es una pregunta o un halago. Hago lo que puedo para retribuir a Cervantes la luz y las tinieblas que me ha dado.

—¿Cien años de soledad es El Quijote del siglo XX?

—No estoy seguro. Algo habría de eso. Creo, no obstante, que El Quijote del siglo XX se cifra más bien en las obras de Kafka y Beckett.

—Es partidario de volver al ensayo escrito en primera persona, defiende la literatura difícil y se considera un cuentista que a veces escribe ensayos y novelas. ¿Qué me dice de la narcoliteratura y del narcoperiodismo?

—Me parecen corrientes y actividades interesantes y hasta necesarias, pero no me siento capaz ni especialmente apasionado por ellas como para escribir algo en esa línea, ni siquiera para leerlo. Es demasiado fácil caer en el efectismo y en el localismo cuando se habla del fenómeno del narcotráfico como algo más que la reiteración de la violencia que nos acompaña desde que el mundo es mundo.

Publicado en el diario Córdoba el 24 de marzo de 2012

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