miércoles, 27 de marzo de 2013

Vicente Molina Foix: “Nunca he llegado a las manos en el amor”

El currículum de Vicente Molina Foix no aburre: Director de cine, poeta, narrador, crítico, profesor en Oxford y autor dramático. Ahora recoge su poesía completa en el volumen La musa furtiva. Poesía 1967-2012. Este año, con toda probabilidad, se estrenará su obra teatral No pienso en otra cosa, dirigida por María Ruiz. Y a más largo plazo, la ópera El abrecartas, basada en su novela del mismo título y por la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura, con música de Luis de Pablo.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

La musa furtiva es una suerte de “biografía literaria”. ¿Podemos deducir de aquí su otro perfil: el humano?

—Sí, porque en la poesía es muy difícil enmascararse.

—Nunca dejó de escribir poesía, pero ha sido “cauto y veleidoso” en sus apariciones. ¿Demasiado respeto por el verso o andaba metido en otros quehaceres inconfesables?

—Yo creo que era una mezcla de modestia y soberbia.

—Narrador, autor dramático, crítico, director de cine, poeta, profesor en Oxford. Dígame qué falta para completar su currículum.

—Huy, yo me veo muy incompleto. Por ejemplo, no pinto. Hay escritores que pintan y cineastas que pintan. Yo solo escribo y he hecho dos películas.

—Nunca se acuesta sin haber leído un poema, porque la poesía es un “vicio consustancial al alma”. ¿Todos sus vicios son espirituales o los tiene también espirituosos?

—Tengo también espirituosos, porque tengo que añadir: Nunca me acuesto sin leer un poema y sin tomarme una copa de grapa.

—Su libro recoge también 20 años de silencio. ¿A qué dedicaba el tiempo en esos momentos de poeta furtivo?

—No lo he desaprovechado del todo, porque he escrito varias novelas, he hecho cosas de teatro aparte del periodismo e incluso me dio tiempo a hacer películas. O sea, lo que pasa es que nunca, ni siquiera cuando estaba rodando, dejaba de pensar y de escribir poesía.

—Ser poeta en España en tiempos de crisis, ¿ayuda a no extraviarse en uno mismo?

—La poesía tiene algo muy esencial. Entonces, es muy importante, en momentos en los que todo parece accidental, tener una esencia que te liga a algo como la poesía, que es lo más auténtico que sale de uno.

—Nunca abandona el teatro. De hecho, hay un proyecto sobre una obra suya que lleva la directora María Ruiz. Cuénteme.

—Ah, lo sabes. Es un secreto. Dos proyectos. Te lo digo en telegrama. Ese, que es una nueva obra mía que se llama No pienso en otra cosa. Esperemos que este año se estrene. Luego a más largo plazo, pero muy especial para mí, que es la ópera de El abrecartas, mi novela Premio Nacional de Literatura, con música de Luis de Pablo.

—“Creo en el aplauso, pero también reivindico el derecho al pateo”. ¿Lo dice por cómo está el patio de butacas de la política?

—Yo lo decía aplicado al teatro, pero ¿no es lo político un teatro?

—Después de rodar Sagitario o El dios de madera, ¿no siente nostalgia del cine?

—Sí, pero el cine cansa y hay que tomar reposo. Lo que pasa es que a veces el cine impone a los directores el reposo que algunos no quieren.

—Usted es un libertino, perro empezó escribiendo versos, a los 14 años, a la Inmaculada Concepción. ¿Estará arrepentido, le da bochorno o teme que los amigos le den la espalda?

—Yo estudié en el Colegio de la Inmaculada. ¿Qué mejor musa entonces no furtiva que la Inmaculada Concepción?

—Su próximo libro de versos se titulará Aún llueves. Apuesta por los títulos atravesados y perfectos.

—Soy un maniático de los títulos. Se supone que titulo bien, aunque algunos son mejores que otros. Ese es un título provisional pero quizás sea el definitivo. Para mí, el título es las primeras palabras de un libro. Por eso, fundamentales.

—Cuando está enamorado no habla de amor. ¿Después se pone a escribir para justificar su ausencia o se busca otra compañía?

—Bueno, trato de tener compañía después de perderla. Pero la verdad es que la pérdida amorosa a veces es más grave, más dura que otras, y me ha inspirado muchos versos de pérdida, a veces de venganza.

—Escribe usted: “Quise y pude/ quererte./ Pero pasó el tiempo,/ y con él mi deseo./ Que te quiera/ tu madre”. ¿Le llamó la madre?

(Ríe). No. No me llamó la madre. La madre no me leyó.

—Va a ser verdad, como escribe Candelas Gala en el prólogo, y usted mismo confiesa, que es un poco “gore” e “hiriente”, y que le gusta “hacer sangre”, aunque de forma contenida. ¿Algo que confesar?

—A las figuras de los amantes en el libro puedo ser un poco gore, pero he de decir que nunca he llegado a las manos en el amor.

Publicado en el diario Córdoba el 25 de marzo de 2013
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