sábado, 25 de mayo de 2013

Eugenio Fuentes: “Yo creo que es más fácil contar la guerra que pintarla”

Eugenio Fuentes (Montehermoso, Cáceres, 1958) publica Si mañana muero, su novela más ambiciosa, ambientada en los albores de la guerra civil española. En cualquier caso, a su autor no le gusta que se la etiquete como novela histórica o de guerra. Es, sobre todo, una historia de amor enmarcada en este conflicto bélico. El estallido de la guerra, como consecuencia, condicionará la actitud de los personajes.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

Durante más de veinte años, Fuentes ha estado dándole vueltas a la obra hasta encontrar las piezas que necesitaba para que la historia no se desmembrara. Y ha conseguido un relato bien escrito y bien construido. Este mismo año publica también el ensayo Literatura del dolor, poética de la bondad. En su próxima novela, en la que ya anda metido, volverá al género negro para rescatar a Ricardo Cupido, ese detective a quien tanto debe.

—¿Si mañana muero es su novela más ambiciosa?

—Sí. Es una novela en la que he estado metido, pensando en ella, durante más de veinte años, aunque la escritura se puede reducir al último año, en la que luego ya salió todo lo que había madurado durante tanto tiempo, pero es mi novela más ambiciosa.

—Como decía, llevaba veinte años dándole vueltas a esta historia. ¿Qué le inquietaba o qué piezas le faltaban para que no acometiera tal empresa hasta ahora?

—Pues que no solo sean posiblemente literarias, en el sentido de que no solo sean recursos estilísticos o de dominio del lenguaje, que puede que también. Si estás viendo que es un proyecto muy ambicioso, no quieres estropearlo por no saber utilizar bien las herramientas empleadas.

Posiblemente, también la edad. Yo creo que hay novelas que las he escrito con 30 años y las podría haber escrito con 45 o 50, o alguna novela de 50 la podría haber escrito también con 30. Pero yo creo que esta novela necesitaba un cierto reposo, una cierta madurez y una mínima sabiduría, si se me permite decirlo, para escribirla.

—En Si mañana muero da un giro significativo respecto a algunas novelas anteriores y abandona el género negro. ¿Necesitaba cambiar de registro, explorar nuevos territorios?

—No es tan brusco el cambio, porque las novelas policiacas del ciclo Cupido son las que más eco mediático han tenido, pero nunca he dejado de escribir otras obras. No es la primera obra narrativa, es la cuarta, que no trata el ciclo de Cupido. Por más que me lo planteo no hago distingos, por lo menos en cuanto a la escritura.

Me esfuerzo tanto para unas novelas como para otras. No desdeño nada que guarde para esta novela, no desprecio nada que tenga que utilizar en la otra, una sintaxis más simple o menos elaborada. No hago distingos. He escrito lo que en cada momento iba sintiendo, el deseo y la necesidad de escribir.

—La historia narrada en Si mañana muero se desarrolla en los albores de la guerra civil, pero no le gusta que califiquen su obra como novela histórica o novela de guerra.

—Es que yo creo que no es una novela filtrada, aunque sí hay una parte que sí describe algunas batallas, no es una novela que dictamine culpas, no es una novela sobre la guerra civil, no es un acta judicial que diga estos son los buenos y estos son los malos, y esto es lo que pasó. Yo no escribo desde la historia. No me atrevo a tanto.

Yo escribo desde la ficción, desde la libertad de la fábula. Entonces, es una historia de amor, pero sobre todo centrada en el personaje femenino, una mujer que logra sobrevivir con dignidad en unos tiempos horribles. Pero el marco no creo que sea lo más importante de esta novela.

—Pero el marco sí condiciona la actitud de los personajes.

—Sin ese marco bélico, no hubiera ocurrido nada de lo que hay aquí. Aquí se relata un doble pasmo. La primera extrañeza de los personajes, que de repente se ven metidos en una guerra. Y la segunda, la extrañeza de ver que eso no termina en una semana o dos, sino que se está convirtiendo en una contienda muy sangrienta y muy sucia. Y ese pasmo de muchos españoles de 1936 que descubrieron que con veinte años era normal morir siendo jóvenes. Y eso es lo que he intentado contar.

—Alguien dirá: “Otra novela sobre la guerra civil”. Como usted advierte, de alguna manera somos lo que fuimos.

—Pues sí. Es que lo de la guerra civil está ahí. Ojalá este país pudiera decir no ha existido nunca la guerra civil. Ojalá pudiéramos decir eso. Pero tenemos que cargar con ello. Y además está en e núcleo, en el corazón del siglo XX. La guerra civil es una charca dentro de la historia. Y podemos rodearla, podemos decir no ha ocurrido nada y ahí no hay nada. Pero hay momentos en los que tienes que pasar por el medio y ensuciarte los pies y mancharte con un poco de barro. Es inevitable. No se puede ocultar que la guerra civil está pendiente en los recuerdos familiares de varias generaciones que todavía convivimos con ese periodo histórico.

—Dice Rubén, su protagonista de la novela: “Es más fácil pintar la guerra que contarla”. ¿Usted también lo piensa?

—No. Yo creo que es más fácil contar la guerra que pintarla. Lo que pasa es que Rubén lo mira desde la perspectiva de los grandes maestros. La historia de la pintura está llena de cuadros bélicos. Hay muchos más pinturas dedicadas a batallas que a escenas de paz. Hay muchos más cuadros dedicados a tormentos de ángeles, santos y de mártires que a escenas campestres. Entonces, en ese sentido, él lo dice desde la pintura. Pero a mí me parece más difícil pintar la guerra que describirla.

—Los autores suelen incluir en sus novelas en los últimos años algunos elementos gráficos. Usted también lo ha hecho en esta obra. ¿Añade algún valor al texto?

—Está muy de moda lo gráfico, pero aquí no había otra manera, otra posibilidad de contarlo. El dibujo forma parte de una narración. Y no hay otra manera de contarlo que poniendo el dibujo.

Si mañana muero es una novela coral. Usted siempre ha prestado mucha atención a la definición de los personajes, incluso de los secundarios. Una preocupación que tampoco abandona aquí.

—Es que yo creo que una historia se le puede ocurrir a todo el mundo. Todo el mundo tenemos historias que contar, pero si no hay detrás unos personajes consistentes que sostengan esas anécdotas prodigiosas, yo creo que se derrumba todo. Mi gran esfuerzo es construir personajes, no solo contar una historia. Es un objetivo que nunca pierdo de vista.

—Un lenguaje muy cuidado y una estructura bien construida siguen siendo, después de todo, los pilares fundamentales de su obra.

—Sí. Igual que te decía lo de los personajes, el segundo elemento es el lenguaje. Sin lenguaje y sin cuidado por la palabra, lo que distingue un buen libro de otro es la precisión, la sintaxis, ese equilibrio tan difícil de conseguir que es la claridad expositiva con la complejidad sintáctica. La complejidad sintáctica te da pie a que no se te escapen matices que con otros recursos estilísticos más sencillos a lo mejor quedaban en el camino y conseguir el equilibrio entre ambas cualidades no resulta fácil.

—Este año ha publicado también el ensayo Literatura del dolor, poética de la bondad.

—Después de muchos años escribiendo y reflexionando sobre las relaciones entre los géneros literarios, lo que es la novela negra, si hay jerarquía de géneros o no, o de dónde surge la necesidad de escribir, desde el principio de los textos escritos, de la Biblia, pues inevitablemente iban surgiendo reflexiones que vas anotando entre cuadernos y sentí también necesidad de organizar todas esas ideas en un corpus teórico. Y ese es el ensayo.

Y distinguir las dos corrientes que nutren la literatura, que es la corriente poderosísima del dolor, y luego ese riachuelo que va en paralelo de caudal muy breve que es la literatura de la bondad. Si falta una de las dos, estaría incompleto el retrato del hombre que propone la literatura.

—¿Trabaja ya en su próxima novela?

—Sí. Estoy ya avanzando, estoy desbrozando el rostro de los personajes de una nueva novela de Cupido, que hacía ya algún tiempo que no estaba con él. Un personaje a quien le debo tanto.

Publicado en el diario Córdoba el 13 de mayo de 2013

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