viernes, 24 de mayo de 2013

Confesiones de un perdedor

Después de todo, aquí estoy. Contento conmigo mismo. No soy un perdedor, pero tampoco me han condecorado con medallas a un mérito determinado, ni he alcanzado el éxito que cualquiera sueña, ni gané dinero suficiente para poder olvidarme del dinero. Me amaron algunas mujeres, es cierto. Para compensar, quizás, los desagravios de otras. Ahora ya no importa. Al final, uno se entiende mejor con uno mismo. Me perdí en tantas ciudades, que tal vez por esa razón nunca busco el norte, ni miro la hora al acostarme, ni me pregunto si mañana lloverá o ella vendrá a verme. Los días transcurren sin demasiadas novedades. Uno incluso se acostumbra a la rutina.

® AD ENTERTAINMENTS ||| PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN

Un día cualquiera igual te llamo, y te propongo hacer el amor en cualquier parte. Me gustaría que me dijeras sí, que te olvidaras del mundo por unas horas y que después, como hacías antes, me olvidaras de nuevo y para siempre. Podré soportarlo. Es más. Necesito que te vayas hasta no sé cuándo, como siempre has hecho. Así, al menos, la vida tiene algún aliciente. Saber si volveré a verte me despierta tanta adrenalina que me sobran otras aventuras.

Ya sé que te propongo citas algo vulgares, tomar unos vinos, pasear juntos por los parques, mordernos el corazón, follar si se tercia y decirnos adiós con un beso, como siempre. Muchos que yo conozco así lo quisieran. Viven en parejas arruinadas y toscas. Que ellas les perdonen. De vez en cuando, les gustaría verse como hacemos nosotros, con la necesidad de los amantes furtivos y la satisfacción y la duda de no saber cuándo será la última vez. Los perdedores somos así. Nos conformamos con muy poco, sólo con aquello que los demás desean.

Si lo desea, puede compartir este contenido:

No hay comentarios:

Publicar un comentario