viernes, 8 de noviembre de 2013

Bajando las escaleras

Cuando se quedó solo, planificó la huida. Le cansaba la vida que había construido piedra sobre piedra, hora tras hora. Todo detalle medido hasta la saciedad. Pero llega un día en que todo se pierde, en que el sentido de las cosas cambia sin saber exactamente por qué, y aquella idea sobre la que edificamos un horizonte sin tachaduras se desmorona de golpe sin saber exactamente por qué. Ahora este hombre entiende que su vida no le cuadra, que en cualquier momento se desvió del camino emprendido o encendió la bombilla que no era, o dijo no cuando debiera haber aceptado aquella propuesta inoportuna o estúpida.

Ahora lo sabe, sabe que la vida, entendida de esta manera, tiene los días contados. Ahora hace el equipaje. Es el único momento de su existencia en que no ha dudado, el único momento de partir en el que no sabe a dónde va, ni le importa. Sin embargo, se siente feliz y solo, y no le preocupa. Cree que hará una parada en el bar de abajo antes de subir al coche. Se ve sonreír en el espejo. Bueno, no se ve, pero cree que está sonriendo y lo sigue haciendo cuando baja por las escaleras con el equipaje en la mano.

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