viernes, 22 de noviembre de 2013

El abrazo

Incluso allí en mitad del salón hacía frío. Él le pidió que se desvistiese de cintura para arriba. Ella se sacó el jersey por la cabeza, se abrió la blusa, se desabrochó el sujetador y lo tiró al suelo. Él se quitó la chaqueta, se soltó la corbata, se desabotonó la camisa. Le dijo abrázame y ella le obedeció. Piel contra piel, ella sintió que el frío se evaporaba. Y supo que un abrazo, nada más, cuando ningún tejido se interpone, es el primer eslabón para ascender al paraíso. No le dijo nada, porque él sabía qué pensaba ella. Le dijo que ya podía desembarazarse de su cuerpo, pero ella no respondió. Lo hizo un poco más tarde, con una frase decidida y contundente que a él no le disgustó en absoluto: ya no puedo. Siguieron así. Abrazados en mitad del salón. Nadie sabe cuánto tiempo.

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