domingo, 17 de noviembre de 2013

El mundo queda más allá

Después de todo, ella estaba allí. Y eso a él la bastaba. No sabía qué pensaba, porque nunca intentó adivinar qué escondía en sus entrañas. A veces, la veía distraída, pero no quiso pensar que añoraba otro mundo ajeno a su entorno, ni que necesitara respirar otro aire que el aquellos parajes. Hablaban cada vez menos, pero eso a él tampoco parecía extrañarle demasiado. Quería, ante todo, construir un paraíso en aquel páramo, aunque a ella, la verdad, no le entusiasmaban demasiado los castillos en el aire. Aunque le gustaba volar, eso sí.

El día que se fue, él pensó que se habría perdido más allá del río, donde los árboles anuncian un bosque infranqueable. Después de unos días desistió de la búsqueda, porque en lo más profundo de él sabía que había partido por su propia voluntad. No se reprochó sino el hecho de no haber actuado antes, de no saber qué esconde el corazón de una mujer cuando la nostalgia le puede. Se sentó con la mirada perdida en el horizonte y sopesando también la posibilidad de abandonar aquel lugar. Por la mañana, sin apenas luz, se puso a caminar. Supo, cuando apenas había dado unos pasos, que el mundo sería árido y enorme. Y no se desalentó ante tal posibilidad. Al contrario, pensó que tardaría mucho en volver.

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