miércoles, 20 de noviembre de 2013

Metamorfosis

Cuando despertó, no estaba en ninguna parte. De ahí su confusión. No se sentía vacío, más bien pesado o liviano. No sabía bien. Tampoco extraviado, solo un tanto desorientado. Quiso llamarla por el móvil para contarle su situación, pero no supo a quién telefonear. No recordaba su nombre, su profesión, y mucho menos su pasado. Era un hombre sin memoria, pero tampoco supo con certeza si aquel estado era cierto, o se trataba de una sensación nueva que sencillamente le distraía o le encantaba. No le preocupó su estado actual, sino cómo se habían encarnado en él esta metamorfosis. Luego miró el libro que había sobre la mesa y pensó en Kafka. Se miró al espejo y observó iluminado su oxeoesqueleto de quitina, sus tres pares de patitas de insecto gigante, sus antenas prominentes, sus dos pares de alas y sus ojos de escarabajo sensibles a los colores, reducidos y compuestos. Se prometió no leer más literatura que lo enajenara del entorno. Pero ya era tarde. Él mismo era la consecuencia de sus propias lecturas literarias, se dijo, pero no se oyó. Adivinó por qué: los coleópteros no hablan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario