lunes, 11 de noviembre de 2013

No hay olvido

Cuando despertó, recordó que no tenía para pagar la hipoteca. Salió a comprar el periódico. Comprobó que la crisis financiera campaba a sus anchas por las calles de la ciudad. Se preparó un café con leche, unas tostadas con mantequilla y miel. Salió al patio a fumar un cigarro. Después, volvió a meterse en la cama. A ver si así olvido quién soy o el banco de olvida de cobrar, se dijo. Cuando volvió a despertar lo habían invitado –léase obligado- a ejercer el desahucio hasta de su propia cama. Supo –y fue lo peor- que no era un sueño. (No hay olvido, Borges dixit.)

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