martes, 31 de diciembre de 2013

Sola

Se disponía a despedir el año, cuando sonó el móvil. Se disculpó. No podría asistir a la fiesta porque le abrumaban tantos compromisos, los bullicios repetidos y el champán burbujeante de nuevo. Se vistió con sus mejores galas. No descuidó las perlas ni el diamante. Como si aquel encuentro con ella misma fuera el más trascendente de su vida. Después se sentó sola a la mesa. Vertió vino en la copa y se dispuso a brindar sin palabras. Se rió de sus ocurrencias, pero no le disgustaron. Cuando sonaron las doce campanadas, prefirió tomar las uvas ya fermentadas. El mundo le pareció volátil por unos segundos y la sensación nueva de querer cambiarlo todo no le desagradó en absoluto. Cuando amaneció, ya llevaba unas horas durmiendo. Confortablemente sola.

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