miércoles, 29 de enero de 2014

Una imagen

Buscando un libro en los anaqueles, encontró el álbum de fotos. Hacía tantos años que no lo hojeaba, pensó, que acaso allí no encontraría su vida, sino la de alguien que durante años había vivido junto a él sin ser él mismo. Abrió el álbum y la primera imagen le devolvió recuerdos ya marchitos. Le recordó el primer polvo, una curda de campeonato, días ya olvidados. O, al menos, archivados allá donde ya no molestan tanto. La vida, a veces, se dijo siempre, jode un poco.



Durante años llevó la fotografía en la cartera. Ella era muy joven, demasiado joven. Le incomodaba el paso del tiempo, la continua adaptación a situaciones adversas y momentos nunca acariciados. Ella tenía una mirada despierta, una edad inapropiada, un deseo incontenible. La vida a veces, se decía, te jode cuando menos te lo esperas. Era un estribillo recurrente y certero, un maleficio que, tarde o temprano, se cumpliría a rajatabla.

Cerró el álbum y lo colocó en el estante, en el espacio abierto entre algunos libros. Antes, metió la foto en su cartera. No para recuperar un rostro que ya sería otro bien distinto, sino para volver a otros años en los que los sueños anidaban próximos y de donde nunca debió haber salido sin pasaporte de vuelta. Sonrió porque aquellos pensamientos le parecían una tremenda gilipollez.

Cuando salió a la calle, apenas había improvisado su futuro más próximo. Tampoco le importó. Sabía que la vida es un círculo que a veces jode y que otras te devuelve en una imagen la posibilidad remota de cambiarlo todo. Se palpó el bolsillo para comprobar que llevaba la cartera y el pasaporte. Después, sin mirar atrás, siguió andando.

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