viernes, 31 de enero de 2014

La ve caminar

Durante muchos años no oyó hablar de ella. La vida, curiosamente, sigue adelante sin aquellas personas que, entonces, eran parte incuestionable de nuestra existencia. Incuestionable y, obviamente, también imprescindible. Ahora sabemos que el tiempo todo lo arrasa, cual viento invisible que inunda las vísceras. Era ayer cuando el mundo se nos antojaba flaco y asumible. Y es ahora que nos cuesta mirar atrás. A él también le cuesta. De hecho no mira. Para qué. Allá no deja nada.

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Así lo piensa hasta que la ve a ella cruzar la esquina y venir en su busca sin saber si es él realmente. El tiempo, también, camufla nuestro aspecto exterior, o lo modifica, o lo ningunea. No encuentra el verbo preciso. No quiere. Ella se le acerca ya entrada en años, pero él la ve como era entonces, y toda la memoria, de repente, se le desborda por doquier. Ella lo saluda confundida, alegre también, sorprendida incluso.

Él no sale de su estupor. Adónde se fue aquel tiempo, se pregunta. Dónde quedaron los abrazos, lo besos, las huidas cuando eran tan jóvenes. Ella tiene prisa. Pero quedan para otro día. En el café de aquí enfrente. Las cosas no le fueron mal, le dice ella. Él no sabe qué decir, aunque las cosas tampoco le fueron mal. Cuando dos personas dicen que las cosas no fueron mal, es que tampoco fueron bien. Se verán otro día. Cuando dos personas no se han visto durante años y se citan un día para recordar aquel tiempo –recordar es una manera de no morir, piensa él- es que algo dejaron al arbitrio del destino; es decir, sin solventar y sin asumir.

Será un encuentro en el que no valen las insinuaciones, ni las quejas, ni los signos de culpabilidad. Hablarán de sus vidas, se romperán un poco por dentro los tirabuzones del espanto, se dirán cosas que entonces no se dijeron, y será para nada. Ella se ha ido. Él se sienta en los adoquines de la calle y la ve caminar sin prisas, sin decisión, a un encuentro que no quiere o ya no necesita. Él mira el bar, se pone en pie y entra a tomar un whisky. A esa hora de la mañana nunca bebe whisky. A partir de ahora no sabe. Ya no sabe nada.

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