domingo, 30 de marzo de 2014

Nadie ve

Hay una línea que no divide fronteras. Invisible e inmóvil está ahí, aunque nadie la ve. Viene de la noche al día, y del día a la noche, y va gestando, sin privaciones, una araña de probabilidades que miden nuestras vidas de una a otra punta. Desde antes de haber nacido hasta después de fenecer. Es nuestra sombra o nuestra estela, va más allá de donde nunca imaginamos, atravesando espacios físicos o imaginados, o mundos que nadie alcanzó a sospechar de su existencia. Es ahí donde los pies abandonan el camino y el fuego torna en cenizas los límites de toda aspiración.

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Después, nos volcamos sobre nuestro propio cansancio y observamos el abismo que nunca cruzaremos, esa línea frágil y liviana que nos aleja de ese otro mundo que sabemos que existe y que nadie conoce. Encendemos unas velas para ver lo que no hay. Incluso así, la luz es refulgente a nuestras espaldas. Después hacemos el equipaje y volvemos por el camino andado donde esa línea que buscábamos en nosotros mismos tampoco está. O está, y nadie la ve.

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