sábado, 29 de marzo de 2014

Te espero

Dame un axioma, verdadero o falso, en que creer. Dame una razón o motivo para no mirar atrás, para no romper el paisaje con los pies desorientados. Dame tus manos para saber que no estoy solo. Después, dejaré crecer la escarcha en el jardín y aliviaré las horas muertas con música que no conoces. Afuera, la primavera insinúa días que nunca fueron alentadores. Acaso más allá, donde el mar agota contra las rocas su tiranía de invierno apagado, abunda una arena blanca que nunca has visto, sin rastrojos ni raíces, pura como nieve tibia, dorada al sol inclemente.

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Allí te espero sin cadenas, fumando y bebiendo, tal vez con una mujer a la que no le importa compartir la incertidumbre de un hombre acabado, a la que le gusta vivir fortuitamente un tiempo que no es suyo pero que quiere como propio. Dame mientras una palabra para parar mis pasos, para esperar sin antojos en este otro tiempo que es nuevo y ya no es nuestro. Aquí, donde todo se ha acabado, es posible reconstruir un momento que nunca hubo, ni siquiera en aquellos rincones en los que la felicidad, usurpada al azar a cualquier transeúnte, era puro artificio, quincalla en un mercado ficticio que creímos real y propio.

Te espero sin nada más que estos andrajos que visto. Todo lo demás lo he extraviado a propósito o me lo han manoseado los bancos, usureros coetáneos que se alimentan del brillo del oro y que mueren a la sombra de sus propias rapiñas, inmisericordes y solitarios, como poetas sin inspiración. Te espero aquí, donde el lujo no es moneda válida, donde el privilegio es la palabra bien escrita, la música bien acompasada, tu cintura perturbando mi paz tan cerca. Aquí nadie nos encontrará. Los sabuesos no huelen cuando el oro ajeno y robado les tapa las narices de sus propias miserias.

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