lunes, 24 de marzo de 2014

Otro mundo

Lo que queda son cenizas, olvido en polvo, agua congelada, tierras desiertas y desérticas, árboles secos que resisten al viento que no sopla con furia. Hay libros con anotaciones a lápiz en sus márgenes, fotografías de alguien a quien ya nadie reconoce, puertas que no se cierran ni se abren, pautas sin sentido, direcciones de ciudades inexistentes. En frente, donde tal vez alguien habite sus calles, hay un lugar ignoto y tal vez recóndito.

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De él no existen mapas, ni travesías que lleven al viajero al corazón de sus casas, porque probablemente tampoco haya casas, y quienes las habitaron habrán huido más al norte, donde se dice que la vida es posible y donde presumiblemente muchos infelices hayan montado sus tiendas y hayan planificado un futuro sin sorpresas. Aquí, mientras tanto, todos buscan el mar desaparecido, el cielo alto e inalcanzable, la torre derruida que nos llevaría a él. Ahora, cuando todo está destruido, el hombre, una vez más, se empeña en sacar de estas ruinas otro mundo habitable.

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