jueves, 11 de septiembre de 2014

Vida y obra

Abre un bloc de notas que contiene frases inconexas, algunas de autores desconocidos y de su devoción, direcciones, números de teléfono, citas incumplidas, aforismos, dibujos que, aparentemente, no dicen nada excepto a él. En su casa, conserva algún que otro bloc, otras carpetas, cuadernos. En conjunto, todo este material manuscrito es su vida. Más o menos. Pero solo él sabe descifrar su significado. Que lo tiene, claro está.

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Su vida, después de todo, se asemeja demasiado a este montón de anotaciones, de versos viudos, de sinopsis de algún relato que no llegó ni llegará a ser, esbozos de guion que vive más en su cabeza que en el papel y que nunca serán imágenes en movimiento. Toda esta narrativa dispersa, en verdad, si lograra imponerle un cierto orden, una lógica aunque fuese incluso absurda, sería un concepto nuevo de novela, o al menos diferente.

Una última frase, un colofón que no se le ocurre, para cerrar esta historia de historias, sería un punto final idóneo para concluir la obra. Pero no sabe cómo hacerlo. Porque obra y vida deben coincidir en ese párrafo final. Doblegar a ambas a un mismo tiempo, concluir vida y obra como si fuesen una misma cosa, un único latido, una frase definitiva. En tal empresa lleva años y no consigue atajar, con una sola palabra, la obsesión que lo mata cada día. Uno de estos será el último. Y eso le perturba la paz que nunca tuvo.

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