sábado, 8 de septiembre de 2012

Javier Reverte: “De Córdoba me gustan los caracoles y sus mujeres”

Novelista, poeta, periodista y viajero apasionado. Diez años después de publicar Los caminos perdidos de África, vuelve al continente africano con Colinas que arden, lagos de fuego. En este caso, narra su viaje por el lago Tukana, en el norte de Kenia, por el lago Tanganika, en Tanzania, o Chitambo, la pequeña aldea donde murió David Livingstone y donde fue enterrado su corazón. Un relato cargado de humor y sensibilidad, de sensualidad y de épica.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

—Como usted dice, África es como una mala mujer de la que te enamoras. Uno siempre acaba volviendo.

—Sí. Si estás muy enamorado. Por mucho daño que te haga, vuelves y vuelves. Los hombres somos un poco masoquistas.

—Desde niño ya soñaba con África. ¿Encontró allí las tierras de sus sueños o bien otras muy diferentes?

—No. Era mejor de lo que yo soñaba. África siempre te da más de lo que tú esperas.

—Un lugar donde conviven la belleza y la miseria. Esa es su magia y su desgracia.

—Es tan real como la vida. Nosotros somos seres que crecemos en la esperanza y morimos de una forma horrorosa. África te ofrece esa cara y cruz. Es lo más parecido a la vida.

—Cruzó andando ilegalmente el parque Selous. No le atacaron búfalos ni elefantes, pero sintió el peligro. ¿Qué pasó?

—Bueno, un búfalo surgió de pronto caminando por la espesura, y no hay otro animal más peligroso que un búfalo solitario. Pero llevábamos para protegernos una mujer armada. Y no hay mejor defensa que una mujer.

—Viaja sin móvil ni ordenador. Solo con libretas y bolígrafos. ¿Se siente así más integrado en el ambiente?

—Sí, porque estoy lejos de aquí. Yo, cuando me voy, lo que quiero es escaparme lo más lejos posible de España. Y si tuviera un móvil o un ordenador, estaría en casa.

—Viaja para escribir. Sospecho que también buscará esa sensación de estar solo en mitad del mundo.

—Sí. Es una sensación muy gratificante. Cuando estás solo y cien kilómetros a la redonda no hay nadie, te identificas mucho con la naturaleza. Te sientes parte de la naturaleza.

—El libro recoge dos viajes. El primero, desde Nairobi hasta el lago Turkana. El segundo, la ruta entre Dar-es Salaam y el lago Tanganika. ¿Por qué?

—Buscaba dos lagos que no conocía, y muy diferentes entre sí. El Turkana es como un espectáculo del fin del mundo; y el Tanganika, una explosión de vida bulliciosa.

—Usted viaja caminando y viviendo donde viven los africanos. Un viaje como hace veinte siglos.

—Sí, pero con menos gente. Porque hace veinte siglos llevaban una caravana de 200 porteadores. Y yo iba solo. Bueno, con un grupo de amigos.

—Recorrió el lago Tanganika a bordo del transbordador Liemba, construido por los alemanes en la II Guerra Mundial, y que inspiró La Reina de África.

—El Liemba es un barco mítico, un barco con leyenda. Y yo, entre otras cosas, soy, como escritor, un perseguidor de leyendas.

—Viajó también a la aldea de Zambia donde murió David Livingstone. Es muy de mitos. ¿Qué sintió frente al monolito levantado en su memoria?

—Él quiso que su corazón fuese enterrado en África, justamente debajo de donde se alzó ese monolito. Pues sentí que el aire de ese lugar era el mejor sitio para enterrar el corazón de un hombre que tuvo un grandísimo corazón.

—Tanzania es su país preferido del continente africano. ¿Qué tiene que le falta a otros?

—Tiene una naturaleza portentosa, muy variada, que un poco te resume todas las naturalezas de África, y tiene gente llena de generosidad y de hospitalidad.

—Después de haber escrito su trilogía sobre África, vuelve diez años después. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

—Muy poco. La miseria sigue siendo atroz. Quizá en el centro de las ciudades hay un parque automovilístico algo mejor, pero África sigue siendo un continente superexplotado y un continente lleno de miseria. Sigue igual.

—Su próximo viaje será al río Yangtsé, el poderoso río azul que atraviesa China. ¿Qué espera encontrar allí?

—Me gusta mucho navegar los ríos, porque los ríos crean vida y discurren a través de la vida. Y espero encontrar sobre todo seres humanos sobre los que escribir.

—¿Y por Córdoba no se da una vuelta?

—Córdoba me gusta mucho. He estado muchas veces. Dentro de Andalucía, Córdoba es lo más elegante. Los caracoles me vuelven loco. Además, tengo relación familiar con Córdoba, porque mi mujer es hija de cordobeses. Y las mujeres cordobesas son bellísimas. De Córdoba me gustan los caracoles y sus mujeres.

Publicado en el diario Córdoba el 31 de julio de 2012

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