viernes, 14 de junio de 2013

Alfonso Guerra: “No creo que Felipe González pudiera pensar que yo le hiciera sombra”

Alfonso Guerra, diputado socialista y presidente de la Fundación Pablo Iglesias, publica Una página difícil de arrancar, tercer tomo de memorias que complementa a los dos títulos anteriores: Cuando el tiempo nos alcanza y Dejando atrás los vientos. Con este libro no busca un ajuste de cuentas, sino desnudar el alma. Pero cuando apunta con la pluma, acierta a dar.

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FOTO: MIGUEL ÁNGEL LEÓN

Acusa a Garzón de querer cobrar dinero negro, incluso de pretender eclipsar a Felipe González. No cree que Aznar vuelva a gobernar o “deseo no creérmelo”. Cuenta que en 1991, cuando era vicepresidente del Gobierno, Felipe González le engañó, aunque le ha unido a él una mistad intensa.

Y es crítico con el Gobierno de Mariano Rajoy, de quien dice que está dando marcha atrás en todo y va a dejar a España desolada. No sabe con certeza si hay dentro del PSOE una corriente que se pueda denominar guerrismo, pero advierte: “Ahora, parece que guerristas hay”. Y duda que José Bono y él hayan militado en la misma fuerza política, porque “yo no milité en el partido cardenalicio”.

—¿Escribió este libro porque hay páginas que no se pueden arrancar de una vida o en toda memoria siempre hay la necesidad de hacer un ajuste de cuentas, un reajuste del propio perfil, incluso la necesidad sincera de desnudar el alma?

—Ajuste de cuentas, no. Desnudar el alma, sí. Buscar la hondura del alma descendiendo unos escalones en el infierno, sí. Yo quería contar la verdad porque muchos me lo han pedido y he estado cinco años dudando de hacerlo. Al final, decidí hacerlo, las escribí en dos años y ha quedado el relato de mi vida de los últimos 20 años contados de una manera veraz.

—Le operaron de cáncer de próstata y no nos enteramos. ¿Ha dejado de ser noticia o todavía le gustar preservar su intimidad?

—Yo respeto lo que hacen los demás, pero no entiendo que se pueda dar una rueda de prensa para hablar de un cáncer. No lo entiendo. Y como yo no lo entiendo, no lo hago. Yo lo hice lo más prudentemente posible. Además, yo creo que, cuando uno está en el hospital, yo no quiero recibir visitas. Lo bueno me gusta compartirlo. Lo malo no me gusta compartirlo.

—¿Siempre le gustó ir a contracorriente o la vida no le dejó otra opción?

—A mí no me gusta colocarme en la ola donde se pone todo el mundo. Me gusta meterme por debajo de la ola y analizarlo, distanciarme. Más que contracorriente, es no con la corriente.

—Como usted dice, la derecha se refundó en 1989 y se refunda cada quince años para que los bancos les borren las cuentas. Con la crisis financiera que atravesamos, ¿también el PSOE es rehén de los bancos?

—No. El PSOE tiene deudas pero las paga religiosamente, cosa que no es exactamente igual en otros partidos, pero siempre las paga y las pagará. Y no es prisionero de nadie.

—Usted no es enemigo de la religión. Partidario, tampoco. ¿No le parece un retroceso que los estudiantes tengan que volver a examinarse de Religión?

—Me parece verdaderamente un retroceso tan grave que replantea muchas cosas, porque el acuerdo que logramos en el artículo 27 de la Constitución está siendo violado por el Gobierno del señor Mariano Rajoy en beneficio del señor Rouco.

—¿Hasta dónde alcanza el poder de la Iglesia que ni siquiera cuando usted era vicepresidente pudieron derogar el Concordato o acuerdos posteriores con la Santa Sede?

—Bueno, no hay Concordato con la Santa Sede. Lo que hay son tres acuerdos que se firmaron en el año 79 por el gobierno de UCD, y nosotros, cuando llegamos al Gobierno, teníamos tal cantidad de cosas y perentoriedad a que acudir que no hubiéramos sido razonables si no hubiéramos entrado en eso. Pero las relaciones fueron unas relaciones correctas y exigentes.

Yo era el presidente de la Comisión Iglesia-Estado y, desde el primer día, dije: “Si ustedes necesitan ayuda económica para monjas que no tienen Seguridad Social, te lo firmo ya. Si necesitan ayuda para altares en los aeropuertos, en los hospitales, no hay dinero”. Y nos entendíamos porque hablábamos con claridad.

—He leído estos días que ya no quiere imponer sus ideas a nadie, pero en otros años tenía fama de actuar con mano de hierro.

—Yo nunca impuse mis ideas a nadie. Yo soy un relativista. Yo tengo convicciones, pero no las quiero imponer a nadie. Cada uno tiene libertad, la clase de libertad que encuentre, y hace bien. Siempre digo que el tesoro más importante que tenemos es la libertad interior, el criterio propio. Y si yo quiero tener criterio, por qué le voy a negar tener criterio propio a los demás.

—Se ve poco con Felipe. A él igual no le gusta su libro.

—¿Por qué? Si a lo mejor no lo ha leído (ríe).

—¿Tan poco quedó de la amistad de aquellos años?

—En la amistad, desde mi punto de vista, todo. Yo no sé por qué la política tiene que arruinar la amistad. Yo nunca negaré la amistad a Felipe González. Ha sido y es un amigo muy íntimo, muy intenso.

—Viéndolo ahora con perspectiva, nadie hubiera pensado que aquel tándem perfecto acabara como el rosario de la aurora. ¿Tenía Felipe celos de que su sombra fuera tan alargada?

—No creo. No lo creo. Felipe González era una personalidad muy fuerte. El mejor presidente que ha tenido España en la democracia. No creo que pudiera pensar que yo le hiciera sombra a él. Hombre, tan brillante que no creo que tuviera problema de celos con nadie. Yo nunca tuve aspiraciones de ser el número uno.

—Felipe vive a todo tren y rodeado de millonarios. Usted dice: “A mí el abrazo del dinero no me va a coger”. Alguna fisura tendrá.

—Hombre, yo tengo un defecto que no va bien para la vida política, pero que es bueno. Tengo un cierto orgullo, es decir, que yo no voy adonde no me quieren. Yo no hago hipocresía. Entonces, ese orgullo en política es malo. Es contraproducente para el que quiere escalar puestos, pero a mí me da igual.

—¿Al final, quienes se autodenominaban “renovadores” se apoderaron del partido?

—De una parte importante, sí.

—¿Detrás del guerrismo había un hombre o también una corriente, una manera de entender el socialismo?

—El otro día dije que no había guerrismo, que no había guerritas, y he tenido una avalancha de gente llamándome, diciendo: “Sí, yo soy guerrista”. Entonces, me cuesta ahora trabajo decir que no hay guerristas. Digamos que no hay guerrismo, no ha habido una corriente nunca. Ahora, parece que guerristas hay.

—Muchas veces el responsable no tiene que ser quien se llama Guerra. Uno crea una escuela sin proponérselo.

—Claro, claro. A veces dejas huérfanos sin ser padre de ellos.

—Almunia, Maravall, Leguina, Solchaga, precipitaron su caída. ¿Era solo una visión distinta de la política o la ambición de controlar el poder en el partido?

—Bueno, aquello que llamaron ellos renovadores tenía cualquier cosa menos renovación. Era más quítate tú que me quiero poner yo, sin duda. Ese era el principio que los movía.

—Le recuerdo como el mejor mitinero que ha tenido este país.

—La gente piensa así, pero hay una persona a la que no le gustan mis mítines. Soy yo (ríe).

—Bueno, está bien. ¿Dónde aprendió a enardecer a las gentes?

—Yo tenía una ventaja sobre el resto de los políticos y es que yo había sido profesor y, sobre todo, había sido animador de cineclubs. Yo presentaba las películas todos los sábados y luego hacía un coloquio con la gente. Eso me daba una soltura que, cuando llega el momento de la democracia, yo puedo hablar con una soltura que los demás se ponen nerviosos, y yo, no me pongo nervioso. Y además había hecho teatro. Y todo eso te ayudaba a moverte en las tablas. Las tablas te sirven para eso y para un mitin.

—González, Aznar, Zapatero sufrieron el “síndrome de hybris”, no querían oír lo que no les resultaba grato. Dígame por qué buena parte de los políticos se presentan con un programa que saben que no van a cumplir. ¿Comienza ya ahí este síndrome a manifestarse?

—Bueno, hay políticos que, desde luego, tienen conciencia de eso. Pero otros, no. El caso más espectacular es el de Rajoy, que llega a decir que él no cumple con su programa porque él cumple con su deber. Cuando, en realidad, todo demócrata que sabe que el deber de un político es cumplir con su programa. No es otro. Pero en otros no se da eso.

—Garzón sale muy mal parado en su libro. Lo acusa de querer cobrar dinero negro, incluso de pretender eclipsar a Felipe González.

—Yo no le acuso. Yo cuento algo que él sabe que es verdad y que me he quedado corto.

—Dice también que su pretensión de vengarse de Rafael Vera le llevó a recuperar el expediente del caso GAL. ¿Por qué el Gobierno socialista entonces no fue más claro en la lucha contra ETA?

—El PSOE ha sido en la etapa de González y después en la etapa de Zapatero quien ha terminado con la violencia de ETA. Puede tener ese orgullo. El PSOE fue claro. Lo que pasa que, desde mi punto de vista, del terrorismo hay que hablar poco y actuar mucho.

—Aznar tampoco sale muy bien parado en sus memorias. Afirma que estuvo afectado por una “depresión política” que le paralizó en los primeros meses de su mandato. ¿Complejo ante Felipe?

—Puede ser. Eso es lo que yo cuento.

—Aznar dice que vuelve. ¿Usted se lo cree?

(Ríe). No me lo creo. Deseo no creérmelo. Las plagas de Egipto ya sucedieron. Fueron muy perjudiciales.

—Es solo una impresión, pero leo lo que escribe de Zapatero y me da la impresión que pertenecen a dos partidos diferentes.

—Pues no sé muy bien cómo lo conjuga, pero yo de Zapatero hablo de una primera legislatura muy bien y no hablo muy bien de una segunda legislatura.

—Tiene las memorias de José Bono en un cajón, sin mucha intención de leerlas.

—Sin ninguna.

—Les veo tan diferentes que me gustaría plantearle una pregunta absurda. ¿Militaron alguna vez en el mismo partido?

—Desde luego, yo no milité en el partido cardenalicio.

—Respecto a las autonomías, ¿por qué el PSOE nunca se ha definido con un proyecto claro más allá de esa España grande y unida y aquella otra corriente que opta por el independentismo?

—El PSOE fue muy claro hasta los años 90 donde hay la aparición de este socialismo nacionalista, que yo no lo entiendo. Para mí es incompatible socialismo nacionalista. En el año 90 es cuando aparece en Cataluña este principio que yo no comparto.

—Felipe le engañó por primera vez en el año 1991 cuando pactó con él la composición del nuevo Gobierno. ¿Le dolió o adivinó que aquello ya se acababa?

—No había ninguna necesidad de que me comprometiera a mí a formalizar un gobierno. Ninguna. No tenía por qué hacerlo. Pero una vez que lo hace, para qué lo hace si después hace otra cosa. Me pareció absurdo.

—Adolfo Suárez lo colma de elogios en su libro. Pero en aquel momento fueron muy duros con él.

—No, no. La historia que ha quedado en la prensa es que fue el PSOE que derrumbó a Suárez. A Suárez lo derriban sus barones.

—Como usted dice, con esta crisis “hemos pasado del siglo XXI al XVIII”. ¿No le asustan estos tiempos que vienen?

—Hombre, sí, lo que está pasando en el mundo es bastante grave para las generaciones futuras. Algo va a pasar, porque esto no se puede mantener eternamente. Cuando yo era joven, el abanico salarial de una empresa era de 1 a 25, máximo de 1 a 50. Ahora es de uno a mil. Estas injusticias algún día van a explotar por algún lado.

—Tardó dos años en escribir este libro y otros cinco estuvo “dando vueltas” si convenía publicarlo o no. ¿Tanto molesta en España la opinión ajena y la sinceridad?

—En España, el género de memorias no está apreciado. En Inglaterra es el género estrella. Aquí no está apreciado. La gente en seguida interpreta que esto es un ajuste de cuentas, que esto es para ponerse él bien. No. Las memorias es un género en el que uno cuenta la vida cómo la ha vivido. Y luego el historiador compara lo que cuenta uno con lo que cuenta el otro y saca sus conclusiones.

—Cuando usted llegó al Gobierno, dijo: “A España no la va a reconocer ni la madre que la parió”. Cuando Rajoy abandone el poder, ¿reconoceremos a la España que nos deje?

—Cuando yo dije aquello, después, efectivamente, España era muy diferente cuando el socialismo deja el poder. Ahora, con la llegada de Rajoy, está dando marcha atrás en todo y no la vamos a conocer, porque la van dejar desolada.

—Veo al PSOE despistado en estos tiempos de crisis. ¿Es una impresión o es que su partido no acaba de enterarse?

—Bueno, yo no represento hoy al partido. Soy diputado socialista, pero no estoy en la dirección, y no estoy en los debates que ellos tienen. Tendrán aciertos y desaciertos, pero no podría juzgar.

—Cuestiona los recortes que la Unión Europea impuso a Zapatero en mayo de 2010. ¿Usted hubiera dimitido y convocado elecciones?

—Sí. Yo lo hubiera hecho. Sí. Yo hubiera dicho: “Esto es lo que pide Europa y yo tengo otro proyecto. Decidan ustedes”.

—Se opone a las elecciones primarias y no le gustan las listas abiertas. ¿Pero las listas cerradas siguen siendo la solución?

—Mire, la sociedad camina en las dos direcciones. De primarias y de listas abiertas. Y lo harán. Y ya he abandonado cualquier lucha por defender otra cosa, porque lo van a hacer.

—Usted siempre amó la literatura. ¿Veremos cualquier día un libro suyo que no hable de política?

—Pues no lo creo, porque todo el mundo lo miraría con gafas políticas. Entonces, publicar un libro de poesía para que lo miren desde la política, no me parece interesante.

Publicado en el diario Córdoba el 9 de junio de 2013

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