lunes, 25 de noviembre de 2013

El destino

Ella no está sola. A su lado hay un hombre que ella no conoce, pero que le despierta curiosidad. Llamémosle curiosidad, qué más da. Le suele ocurrir. A menudo se acerca a hombres que no conoce, le gusta cobijarse en sus brazos. Por seguridad, tal vez. Por miedo a la soledad, quizás. Ella no lo sabe. Ella se deja llevar. Desde siempre se ha dejado llevar. Es una fuerza interior que le puede. Se siente a gusto consigo misma. Le atrae la aventura, la habitación desconocida, un final que no es capaz de prever. Le gusta desnudarse delante de un hombre al que no conoce. Siempre le gustó.

Ahora se quedado al lado de este hombre al que no conoce. No quiere irse. No le ha preguntado el nombre. Por educación, por pudor, por miedo a que se vaya. Él no responde a preguntas que ella no le formula. Mañana quedarán a la misma hora. Se amarán con prisas, como quienes obedecen una misión para la que están encomendados. Después se irá. Un día cualquiera es probable que no vuelva. Ella bien lo sabe. Pero no puede hacer nada. Ha nacido para ejecutar un destino impuesto. Y a ella no le disgusta que su vida esté escrita en los estrellas. El hombre también lo sabe, pero no dice nada.
No le gusta mirar al cielo cuando tiene cosas que hacer en la tierra.

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