lunes, 25 de noviembre de 2013

Ya está bien de literatura

Apura la copa que nos vamos, le dije. Ella me miró extrañada. Y era lógico. No la conocía de nada. Nos conocemos, preguntó. De nada, le respondí, obviamente. Entonces, me dijo, no entiendo a qué viene esa proposición. La verdad, siempre se me dieron bien los discursos. Le expliqué mis razones y mis necesidades, transtextualizadas con citas oportunas y difíciles de encontrar en bibliografía alguna. Era lógico. Me las había inventado todas. De algo le debe servir a uno leer a Borges. Los límites entre la realidad y la ficción no existen, concluí. Ella se entusiasmó con mi retórica hueca. Hasta tal punto que aceptó una copa o dos. No recuerdo. Después nos fuimos a mi apartamento. Bebimos más de lo deseado y hablamos sobre todo de literatura. Le interesaba mucho la novela breve francesa y la crónica hispanoamericana actual. Como a mí. Entonces le propuse hacer el amor, por aquello de cambiar. Pero me insistió en que hablar de literatura la ponía más. No sé cómo, desde luego, me dije a mí mismo. Cuando se fue, se llevó algunos libros prestados y me prometió que nos volveríamos a ver. Hasta hoy. Entre nosotros, llevo una semana odiando a Borges y sus fantasías.

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