miércoles, 13 de noviembre de 2013

Leila Guerriero, una periodista salvaje

Acabo de leer el último libro de Leila Guerriero: Una historia sencilla. La periodista argentina viajó a un pueblo de seis mil habitantes, en el interior de su país, para contar y desentrañar la historia y la competencia de un baile folklórico tan secreto como prestigioso. Se trata del Festival Nacional de Malambo de Laborde, que se edita cada año desde 1966. El libro, en verdad, es una crónica, que es el género que ella mejor maneja y en el que puede emplear a fondo la investigación periodística para desenterrar la realidad y a sus protagonistas pero, al mismo tiempo, escribirla con todos los artefactos propios de la literatura.

Yo descubrí la prosa tremenda y alucinatoria de Leila en la que me parece su mejor obra: Los suicidas del fin del mundo. Después de haber franqueado las dos primeras páginas, no pude soltar el libro. Y jamás podré olvidarlo. Lo recomiendo a amigos y alumnos, porque es mi deber decirles que no se puede ser ya feliz escribiendo sin descifrar, a base de recurrentes lecturas, frases que nacen de los terruños oscuros de la tierra. Es autodidacta y se define como la última periodista salvaje. No pasó por ninguna facultad de Periodismo y sabe, a su pesar, que con grado o sin grado nadie se escapa de firmar un texto aburrido, que es la plaga insobornable de la que todo autor debe huir.

Ella sabe que no es lo mismo citar textualmente que describir el concepto. Por eso lleva grabadora. Para pisar fuerte en la tierra. En Los suicidas del fin del mundo, una madre le cuenta cómo descolgaban el cadáver de su hijo ahorcado. Ella dice que podía haber escrito: “cuando lo bajamos mi hijo cayó sobre mí. Tenía los ojos abiertos y parecía pedir perdón”. Pero ella no se conformó con el concepto. Grabó y transcribió en el libro esta frase hermosa y demoledora: “… lo bajamos y él se cayó conmigo. Se cayó arriba mío. Y estaba con unos ojitos abiertos, como diciendo mamá perdonemé. Perdonemé”.

Todo el libro es así. Está lleno de música y de viento. No se puede decir más y mejor en menos páginas. La crónica periodística renace en Hispanoamérica con textos que ya son eternos. Y aquí solo sabemos lamentarnos, echar el cierre a los diarios –ahí está ahora El Correo de Andalucía, donde eché los dientes en esta profesión- y buscar otro futuro menos halagüeño que el que nos podría ofrecer el mejor oficio del mundo, como dijo García Márquez, como decimos todos. Hay que pasar por el periodismo, al menos, para dejar impresa como mínimo una frase tan honda y conmovedora como las que ha escrito Leila Guerriero. Acabo de leer su último libro, y me voy a la calle a beber y a celebrarlo.

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