domingo, 19 de enero de 2014

Use Lahoz: “Una juventud sin intensidad no es nada”

Autor de Los Baldrich, novela por la que fue nombrado Nuevo Talento FNAC 2009,y de La estación perdida, distinguida con el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2012, Use Lahoz publica ahora El año en que me enamoré de todas, Premio Primavera de Novela 2013, la historia de un joven que sufre el síndrome de Peter Pan. Una comedia romántica, con víctimas y culpables a distancia. Ha publicado además los poemarios Envío sin cargo y A todo pasado, y es coautor de Volverán a por mí, obra galardonada con el premio La Galera Jóvenes Lectores 2011.

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—En El año que me enamoré de todas vemos un cambio de registro, una novela más vital. ¿Por qué?

—Me apetecía cambiar y divertirme después de dos novelas duras. Como el director de cine que se da un respiro y después de un par de dramas se da el placer de hacer una comedia de género.

—Ha optado también por una novela más breve y una trama concentrada en unos pocos meses y en un personaje, Sylvain.

—Después de historias con ambición de recuperación de memoria histórica quería recuperar la mía, la más inmediata… qué lástima, todo ha pasado muy deprisa.

—En la novela reivindica el amor romántico como tabla de salvación. ¿Así está el panorama?

—El amor es uno de los grandes temas de la literatura universal. Y cuando aparece, cosa difícil porque es casi imposible, siempre te salva de algo y es muy divertido (hablo del principio, claro).

—Su novela también es una radiografía de la vida precaria en la España de hoy.

—No era mi intención porque todo transcurre en 2005, época de vacas gordas, pero no para el personaje. Siempre ha habido jóvenes con situación precaria, ahora y antes.

—Su historia tiene afinidades con Travesuras de la niña mala de Mario Vargas Llosa. ¿Son intencionadas?

—Y también con Cuatro amigos de David Trueba. Las dos novelas fueron las culpables de esta, por supuesto, son intencionadísimas. Me divirtieron mucho las dos.

—Su libro también me recuerda lo maravilloso que es vivir intensamente, al modo que lo entendía Salinger y Mark Twain.

—Una juventud sin intensidad no es nada, igual que la literatura, que o es emoción o no es nada. Esos dos maestros dejaron huella en mí. Hay lecturas iniciáticas que nunca se olvidan

—Dos tramas se superponen en su novela. Una que ocurre en la actualidad y otra en el siglo XIX. Con dos lenguajes diferentes, como es obvio.

—Ya ves que aunque lo he intentado no he podido hacer una novela generacional al uso, no me he podido librar de lo decimonónico. Me di cuenta de que el paso a la madurez de Sylvain requería de una lectura que le cambiara la vida. Estas cosas pasan…

—Para usted, escribir una novela es algo más artesanal que artístico. ¿O tal vez lo artístico se sustente en lo artesanal?

—Si, sin duda, una novela es más fruto de la constancia que de la inspiración. Hay que “fracasar” mucho durante la novela, que siempre se escribe escribiéndola muchas veces.

—Este es un libro generacional, de una generación muy preparada que no encuentra su sitio en el mundo. ¿Es ese el mayor drama?

—Es uno de ellos, por supuesto. Pero de eso todavía no somos conscientes.

—A su protagonista, Sylvain, le gusta tomar de todo menos decisiones. ¿Así son los jóvenes de hoy?

—Así es él al inicio de la novela… nada más, luego la cosa cambia, ya verás.

—Esta es la primera vez que se enfrenta a la escritura en primera persona. ¿Ha salido indemne de la experiencia?

—Sí, me ha costado, pero me he divertido. Además hay quien dice que es lo más honesto.

—“Madrid es el lugar al que llega la gente cargada de sueños y del que se va saturada o no se va”. Escribe usted.

—Madrid es así, y aunque uno de acabe yendo, uno nunca se va del todo.

Publicada en el diario Córdoba el 21 de agosto de 2013


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