jueves, 18 de diciembre de 2014

Marian Izaguirre: "El mejor paisaje es el sitio donde hemos sido jóvenes"

Marian Izaguirre dio a la imprenta su primera novela, La vida elíptica, en 1991, con la que obtuvo el Premio Sésamo. En 2013 publicó La vida cuando era nuestra, traducida a seis lenguas. Con Los pasos que nos separan, su última novela, el camino conduce ahora inevitablemente a la felicidad. Una historia de amor que recorre los hechos más convulsos del siglo XX.

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FOTO: Miguel Ángel León
- Una historia de amor con un recorrido por algunos de los hechos más convulsos del siglo XX. ¿Ésa es la sinopsis de su novela?
- Sí. Podría ser esa. Pero además podría ser otras cuatro o cinco. Podría ser la inexperiencia. Podría ser la relación intergeneracional. Podría ser la cara menos amable de la maternidad.
- “Nunca buscas el perdón de los demás, sino el propio”. ¿Tan solos estamos?
- No. Lo que pasa es que yo creo que si los demás te perdonan y tú no te has perdonado, no tiene ningún valor. Si te perdonas tú, aunque no te hayan perdonado los demás, vale para todo.
- Quería hablar de los amores no reglamentados. ¿Qué le atraía del tema?
- Bueno, es lo que está detrás de la cortina. Es lo que no vemos, lo que no nos atrevemos a enseñar. Son parejas que se rompen y amores clandestinos. Y al mismo tiempo son cosas que pasan todos los días a nuestro alrededor.
- Pero también quería hablar de la vida que conoció en los años 70.
- Gloriosos tiempos, sí. Yo era joven en los años 70. Y la verdad es que yo creo que el mejor paisaje que tenemos cada uno de nosotros es el paisaje del sitio donde hemos sido jóvenes. No hay otro mejor.
- Dos planos temporales: el Trieste de 1920 y la Barcelona de finales de los 70. Dos épocas, como grietas, en el tiempo. Una Trieste que sufría las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y que no iba a encontrar todavía su destino unos años después. Y una Barcelona cuando acababa de morir Franco y que estaba en los inicios de la Transición y que, sin embargo, a pesar de que soplaban aires de libertad, todavía no se sabía de dónde venían.
- Le fascinó Trieste, el antiguo puerto del imperio austrohúngaro. ¿Qué encontró?
- Una ciudad especial, pero una ciudad subjetiva. Objetiva sí, bella, llena de historia. Pero también subjetiva, algo que tenía que ver conmigo. ¿Por qué? Porque es una ciudad portuaria, como en la que yo he nacido, porque es una ciudad mediterránea, como la Barcelona en la que yo he vivido. Tenía muchas cosas mías, porque su esplendor tiene que ver con los principios del siglo XX, que es lo que ocurre en ambas ciudades: en Bilbao y en Barcelona. Miras esos edificios y parece que acabas de salir de casa.
- La felicidad atraviesa la novela. Dice usted: “La felicidad es un pacto con la vida”.
- Exactamente. Lo creo así. Creo que solamente consigues ser feliz, cuando consigues pactar contigo, con los demás, con los acontecimientos, con los errores. Hay una frase de Marguerite Duras que dice: “No existen los errores. Solo existen actos extraños”. Yo creo que llegar a esa conclusión es empezar el camino de la felicidad.
- El arte es otro eje de su novela. La Anunciación de Antonella de Messina es una virgen sin aire espiritual ni maternal.
- Está la leyenda. Es una virgen que lee. Por lo tanto, no es una mujer convencional y, sin embargo, su rostro es el de una mujer normal. Pero además levanta la mano y parece que quiere apartar al ángel.
- Dice usted: “La identidad se construye a veces sobre las pérdidas”.
- Es cierto. Nos construimos sobre lo que hemos perdido, sobre lo que hemos dejado atrás, sobre la parte de nostalgia o la parte de peso que llevamos del pasado. Y nos construimos con más cosas, pero con las pérdidas también.
- También cobra un protagonismo especial en su novela el poeta Gabriel d’Annunzio, inspirador de la escenografía fascista de Mussolini.
- Es que es un estrambótico. Es un personaje que daría juego para una novela entera, pero lo que pasa es que es al mismo tiempo aversivo y fascinante. En la novela lo pretendía como un personaje muy secundario, referencial y, al final, como era tan megalómano, ha cogido terreno y ha acabado en un papel de secundario de lujo.
- Su anterior novela La vida cuando era nuestra se publicó en ocho países. ¿Ésta correrá igual suerte?
- Hombre, esperemos. No lo sé. Cada novela es un mundo y cada novela tiene su propio camino.

(Publicado en el diario Córdoba el 16 de diciembre de 2014)

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