martes, 28 de abril de 2015

El último sueño

Sintió que la vida se le iba sin remisión. Despertó desconcertado, con ahogos, con un sudor frío que le helaba el corazón. Sintió que le latía con premura, que a punto estuvo de reventarle el tórax y saltar por los aires y salpicar la habitación de amargura espesa y azul. Creyó que todo había acabado cuando, de golpe, despertó de un mal sueño. Vio perros ladrando a la noche, aullando como lobos perdidos, y a lo lejos el brillo metálico del río que dormía sin pausa.

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Nunca quiso creer que la última noche se podría parecer tanto a un día cualquiera, que de pronto todo se apagara y, en la oscuridad diáfana que todo lo cubre, él renacería como el ave fénix para inventar otro momento que nadie conoce. Se había cansado de calzar los mismos zapatos, de habitar el mismo pellejo, de morder una manzana tras otra sin más pecado que los años acumulados en una biografía que a nadie interesaba. Después de todo, acertó a decir a nadie, aquí estoy, vacío, enfermo, vivo. Cuando la noche puso sus alas sobre un cielo cerrado, él no alcanzó a entender que nunca más despertaría.

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